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Key Skills para familias “Educación Emocional: una preparación para la vida”

Por si fuera poco importante la felicidad en sí misma, resulta que el bienestar del niño o niña es fundamental también para su aprendizaje. Se ha comprobado que los resultados académicos mejoran cuando se trabajan los factores relacionados con la educación emocional. Además, la inteligencia emocional (empatía, estabilidad emocional, habilidades sociales, autorregulación…) es la característica más valorada en las relaciones sociales, personales, familiares y profesionales. ¿Queremos jefes/as no empáticos/as? ¿Queremos empleados y empleadas sin habilidades sociales? ¿Queremos maridos o mujeres desequilibrados emocionablemente?

La importancia de la educación emocional es indiscutible. Sin embargo, ha sido ignorada por la educación tradicional e incluso las emociones han sido censuradas y reprimidas.

“Nos enseñaron desde niños cómo se forma un cuerpo, sus órganos, sus huesos, sus funciones, sus sitios, pero nunca supimos de qué estaba hecha el alma” -Mario Benedetti

El Thomas More trabaja la educación emocional como un eje fundamental abordando los cuatro pilares de la inteligencia interpersonal e intrapersonal: autoconciencia, autocontrol, empatía y habilidades sociales.

Autoconciencia: es una habilidad para reconocer las propias emociones y sus efectos. Ser consciente de las propias emociones y saber cómo afectan a tu comportamiento es crucial para la interacción efectiva con las demás personas y para tu salud y bienestar personal.

Autocontrol: representa el adecuado manejo de las emociones en uno mismo. El control de las emociones no significa que ellas deban suprimirse o reprimirse, más bien se refiere a cómo manejarlas, regularlas o transformarlas si es necesario.

Empatía: es la capacidad de percibir el mundo emocional y vivencial, estableciendo relaciones positivas con las demás personas. Comprende cuatro elementos: la comprensión de los demás, la orientación hacia el servicio, el aprovechamiento de la diversidad y la conciencia política.

Habilidades sociales: son los comportamientos emocionales o conductuales que se muestran en las relaciones interpersonales y que tienen la característica de ser aceptados socialmente en una cultura.

Si hay un entorno donde es imprescindible que se dé el desarrollo de competencias emocionales, este es el de la familia. Los fuertes lazos emocionales entre padres, madres e hijos/as hacen necesario que unos y otros puedan aprender a ser emocionalmente inteligentes. En este boletín profundizamos y revisamos la Educación Emocional para poder potenciarlo desde el hogar a través de algunos consejos prácticos:

* Es necesario escuchar a los niños y niñas y observar sus reacciones emocionales sin juzgar y sin intervenir inmediatamente. Aprenda a observar qué es lo que ha pasado o está pasando para que su hijo/a llore, se enfade o ría. Pregúntele cuando pueda contestar y respete su respuesta, aunque no sea la que espera.

*No niegue ni ignore las emociones de sus hijos e hijas. Intente respetarles y no infravalorarles. Conviene evitar expresiones del tipo “no es nada”, “eso no es para llorar”, “no tiene sentido” o “no te pongas así”.

* Los niños y niñas a veces lloran o se enfadan porque no son capaces de poner en palabras lo que les está pasando. Nuestro papel como padres es ayudarles a identificar la emoción y llamarla por su nombre, que aprendan a relacionar los sucesos que les ocurren con sus estados emocionales.

*Recuerde que expresar emociones no es malo. Hay que aprender a conocerlas para luego poder gestionarlas bien.

*Acostúmbrese a preguntar más ¿qué te pasa? o ¿cómo te sientes? en lugar de darles soluciones o reprenderles por esos sentimientos.

*Permita que ellos y ellas piensen en posibles soluciones para encontrarse mejor. No les ofrezca antes de tiempo las soluciones, porque las de ustedes pueden no ser las mejores para ellos y ellas. Ayúdeles a generar sus propias soluciones y motívenles para ello. Puede utilizar “¿Qué necesitas?” para estimular su propia búsqueda para gestionar las emociones.

*Establezca límites razonables y enseñe a sus hijos e hijas lo que está bien y lo que está mal, aprovechando los problemas cotidianos. Si por ejemplo rompen un juguete porque se han enfadado, enséñenles cómo cuidar las cosas y cómo pueden hacer la próxima vez que se enfaden, sin romper el juguete. Escuche lo que ellos/as harían y después ayúdeles a pensar en otras reacciones. Por ejemplo, podrían cambiar de juego, dejar de jugar, pedir ayuda…

* Respete a sus hijos e hijas y no se burle de sus emociones. Conviene evitar expresiones del tipo “pareces un bebé llorando”, “como chilles y grites no te hago caso”. Ayúdeles a poner en palabras lo que les pasa y a buscar soluciones para sentirse mejor.

*Acostúmbrese a preguntar y escucharles. Présteles la atención que le darían a un invitado/a. En ocasiones sólo el hecho de permitirles expresar su frustración, miedos y temores ya les ayuda a calmarse.

*Enséñeles a controlar su lenguaje corporal y los gestos, el tono de voz, las expresiones faciales y a reconocer cómo estas cuestiones son diferentes según los diferentes estados de ánimo. Pueden jugar a poner caras y gestos de alegría, sorpresa, enfado, tristeza, miedo, aburrimiento…y a adivinar por los gestos, expresiones y tono de voz el estado de ánimo de otros.

Referencias: D´ornano, E. (2018) Guía Breve de educación emocional para familiares y educadores. Madrid: Asociación Elisabeth d`Ornano. v García, E. (2012) Educar con inteligencia emocional en la familia. VI Cuaderno Faros: ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia. v Carneros Revuelta, S. (2015). “Renovación Educativa: Propuesta urgente, real y práctica” Madrid: RIE.